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viernes, 15 de enero de 2010

El baile de la victoria (resumen artículo)

Hay muchas cosas que no entiendo de El baile de la victoria (Fernando Trueba, 2009), uno de los estrenos menos sonados del año en España.

El guión, muy novelesco pero poco cinematográfico, no ha conseguido una cohesión interesante de las 6 manos que trabajaron en él. El resultado no sólo es pobre, sino que carece notoriamente de un lenguaje visual, que luego es forzado por el director a costa del resultado final.

Lo primero que me llama la atención es la frialdad con la que se dibuja el Santiago actual, frialdad que es llevada a la máxima expresión con un fenómeno climático prácticamente ajeno a la capital chilena: la nieve. Y esta baja temperatura recorre gran parte del metraje, pues nunca acabamos por identificarnos del todo con los personajes. Sabemos poco de ellos y, la verdad, es que tampoco nos interesa conocerlos. Lo segundo que me resulta molesto es la utilización del recurso político como mera excusa para despertar simpatías y despertar una conciencia social.

Creo que es difícil decir que Trueba carece de talento y de arte para la dirección, pero en esta película no ha sabido demostrar las razones de sus éxitos anteriores. Peca de una pretendida profundidad, de sensiblería (que no de sensibilidad) y a ratos parece tan ambiciosa su necesidad de emocionar, que deja al espectador rebosante de indiferencia.

Pero no todo es un problema del trabajo cinematográfico –entendido como el ejercicio de dirigir– sino de un guión que se pierde en un onirismo mundano, simple y, a ratos, completamente chabacano. Además, la superposición de historias, las tramas laterales y otros giros estilísticos propios de la literatura sobran por completo y no consiguen más que hacer aún mayor su fracaso artístico.

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